1. Introducción.                                                                                                             

Un estudio riguroso de las revelaciones religiosas (1), que pueden aparecer a través de una visión o de una iluminación, ha de abarcar, además de un análisis histórico crítico, sociológico y antropológico, el de su estructuración psicológica y sus semejanzas con otros fenómenos psíquicos naturales. No se trata de negar la posibilidad de tales fenómenos, si no de describirlos desde la psicología, buscando para ellos una explicación dentro del campo de la ciencia; es decir, no es negar “lo maravilloso” a priori, más bien hallar su explicación natural, o de negar su existencia solo si no la tuviere. Aunar, el estudio del fenómeno en su contexto, con los avances científicos y tecnológicos del presente, sin caer en anacronismos.

La propia teología (2) debería adoptar una actitud más acorde con los descubrimientos y métodos de estudio actuales, y exigir pruebas de lo preternatural para no caer en una falaz piedad o en un hacer de la religión algo ridículo.

2. Estudio psicológico de las visiones y revelaciones religiosas.

La Psicología cuenta hoy en día con instrumentos suficientes para evaluar y diagnosticar (3) las llamadas revelaciones privadas gracias a un cuerpo teórico y práctico que ha ido desarrollando a lo largo de los dos últimos siglos a través del método científico, con un origen desde los albores de la Filosofía occidental en la Antigua Grecia. Pero, es a principios del siglo XX cuando el tema de estudio se añade al campo de la psicología con más fervor. Así, Delacroix (4) defendió la necesidad de separar el campo de la ciencia y de la filosofía de lo religioso, haciéndose eco de la tensión habida entre fe y razón. Al tiempo, William James entiende que el estudio de la experiencia mística no puede reducirse a la consideración única de un desorden neurológico o de una psicopatía (5).

El estudio de las visiones y de las revelaciones englobaría, en primer lugar, el conocimiento de su naturaleza íntima, en segundo, su causa eficiente externa,en tercero la actitud que ante la misma adopta el sujeto que la experimenta, en cuarto la respuesta de la sociedad de su tiempo y, por último, la evolución histórica de sus efectos. De manera interdisciplinar, diferentes ciencias como la historia, la sociología o la psicología abordan dichos elementos, siendo el campo preferente de la psicología los tres primeros aspectos.

Partimos de la idea de que las visiones y las revelaciones religiosas tienen una explicación como fenómeno psíquico natural, sea normal o patológico, y una influencia del contexto social e histórico en el que vive la persona que las experiencia. Hay que distinguir las mismas, eso sí, del fraude premeditado como negocio de la revelación misma o de sus consecuencias en el tiempo; es decir, de la mala fe con el fin de obtener fama y dinero, vengan de particulares o de instituciones religiosas.

A veces, serán los mecanismos naturales incosncientes los que provocan las revelaciones, no siendo posible integrarlas siempre en el terreno de la psicopatología. Por ejemplo, muchas palabras interiores que la persona normal pudiera creer provenientes de Dios, se explican a través de un fenómeno de pensamiento automático (5), como le pudo ocurrir a San Pablo en su iluminación, cuando según relato bíblico, le habla Jesús de Nazaret (6). El propio San Juan de la Cruz, en el capítulo 29 del Libro II de su obra “Subida del Monte Carmelo”, nos da una explicación natural a dichos fenómenos (7): “…En el que se declara como, aunque las visiones y locuciones que son de parte de Dios son verdaderas en si, nos podemos engañar acerca de ellas…”.

En este sentido, la psicología clásica, en concreto el psicoanálisis (8), ha explicado como el subconsciente tiene gran importancia en el problema de las revelaciones y visiones religiosas, ya que en el mismo se acumulan recuerdos olvidados, huellas de sensaciones inadvertidas, impulsos reprimidos, pudiendo brotar en ocasiones a la conciencia dando la impresión de objetividad, pudiendo hacer considerar a la persona que se trata de imágenes, voces, etc. que le vienen dadas desde fuera y creer así que está recibiendo una visión o una revelación. Estados de tensión o relajación extremos pueden favorecer ciertas manifestaciones incontroladas del yo que dan la idea de un ser extraño que interviene sobre nosotros, sin necesidad de caer en el terreno de la psicopatología: El yo da paso libre al ello inconsciente, dando la sensación de recibir mensajes celestiales cuando, en realidad, el propio sujeto es emisor y receptor de los mismos. Algunos autores explican así el fenómeno de la escritura automática por ejemplo (9).

Estos mismos conceptos han sido estudiados desde las neurociencias y, aunque los conceptos, debido a la metodología científico experimental empleada y a los adelantos técnicos utilizados para avalarla, varían de los propuestos por el psicoanálisis, la explicación psicológica puede resultar muy similar. Se sabe, por ejemplo que los fenómenos espirituales son el resultado de la hiperactividad de las estructuras del sistema límbico, sobre todo del lóbulo temporal, con sus conexiones con otras regiones cerebrales. Según el neurocientífico Michael Persinger, la construcción del “yo” es un proceso en el que participan ambos hemisferios cerebrales de forma distinta, conjunta y no consciente; el hemisferio izquierdo aporta el sentido lingüístico y simbólico del “yo” (diálogo interno), el hemisferio derecho aporta el sentido espacial y constructivo; cuando se altera la conexión interhemisférica -recordemos que ambos hemisferios cerebrales están conectados por la estructura llamada cuerpo calloso (10)- se produce una intrusión del sentido del “yo” derecho en el hemisferio izquierdo, interpretando esentido espacial del “yo” como ajeno y extraño. Dicho conflicto se eleva a los niveles más altos de la conciencia, donde se explica (o resuelve) por la presencia de otra persona o ser (11).

Dentro de la psicología moderna, la Teoría de la Mente, que consiste básicamente en que un sujeto sea capaz de ponerse en el lugar mental (en la mente) de otra persona y vivencie sentimientos emociones, etc. lo más similares posibles (empatía) a los que este segundo sujeto siente al exponerse a una situación determinada, también aporta sus conocimientos al asunto, gracias a un complejo neuronal llamado neuronas en espejo (12), entre otras estructuras cerebrales. Las neuronas en espejo son células motoras que se encuentran en corteza premotora y en el lóbulo parietal inferior de nuestro cerebro. Parece que cuando tenemos fe, es como si nos pusiéramos en la mente de Dios. Se ha visto con estudios de neuroimagen (formación de imágenes cerebrales a través de diversas técnicas como emisión de positrones, tomografía axial computerizada, etc.) que, cuando una persona piensa en Dios o reza, se activan las mismas regiones encefálicas que se activan en los procesos de mentalización mediante los cuales entendemos a los otros y a nosotros mismos en términos de estados subjetivos (deseos, pensamientos, sentimientos, etc.), y la estrecha relación de nuestras conductas con los mismos. Esta capacidad, que parece no ser innata, se suele desarrollar en un contexto de apego seguro. De esa manera, la teoría de la mente sería un componente necesario, aunque quizá no suficiente, para la creencia en Dios. Al parecer, los hombres son de media peores que las mujeres a la hora de mentalizar y esto también se refleja en que son menos proclives que ellas a creer en Dios. Las personas con autismo, por ejemplo, tienen serias carencias en Teoría de la Mente, quizá por eso no se plantean el tema religioso tanto como las personas que no tienen tal trastorno. Por otro lado, aparentemente, el cerebro «premia» con una sensación de bienestar a las personas que creen y que practican su religión, que cumplen sus normas y que hablan con su dios, bien sea a través del rezo estructurado o a través de una charla improvisada con él. (13)

3. Fenómenos psicológicos que explican la vivencia de una revelación.

Para empezar, hablemos de las ilusiones, fenómeno psicológico dónde se produce una deformación de un objeto, una imagen, un sonido, etc. real externo, ya sea por una falta de atención, por determinadas emociones que actúan como catarsis, deformando esa realidad, o porque exista un deseo expreso de deformar ese material real. Karl Jaspers (14) diferenció entre ilusiones por inatención, ilusiones afectivas e ilusiones pareidolias. Las ilusiones no son necesariamente patológicas, pueden aparecer en sujetos normales, pero son sobre todo abundantes en los delirios oníricos donde acompañan a las alucinaciones visuales y táctiles.

Las alucinaciones son fenómenos más complejos que las ilusiones que también pueden aparecer en personas sin patologías, aunque con menor frecuencia; normalmente van asociadas a psicosis, alteraciones epilépticas, consumo de estupefacientes, etc. Belloch, Sandín y Ramos las definen como experiencias anómalas que no se fundamentan sobre estímulos realmente existentes fuera del sujeto o que persisten cuando el estímulo que las originó ha desaparecido (15) No debemos confundir las alucinaciones con otros fenómenos perceptivos como las ilusiones o los delirios. En el caso de la ilusión, hablamos de la percepción distorsionada de un estímulo o un objeto que en realidad sí existe (en la alucinación, este elemento es inexistente). Y en el caso del delirio se trata de una creencia que la persona vive con absoluta convicción (a pesar de que la evidencia demuestre lo contrario). Las alucinaciones pueden ser auditivas, visuales, olfativas, gustativas o táctiles; al tiempo que sencillas o complejas y, en función de su temática relacionadas con las ideologías de la persona, con sus necesidades, deseos, temores, recuerdos, con su entorno y ambiente, con su situación vital (por ejemplo, con preocupaciones), etc.

Al respecto, la propia Santa Teresa de Jesús nos previene de su existencia: “Algunas veces, y muchas, puede ser antojo, en especial en personas de flaca imaginación u melancólicas, digo de melancolía notable.

De estas dos maneras de personas no hay que hacer caso, a mi parecer, aunque digan que ven y oyen y entienden, ni inquietarlas con decir que es demonio; si no oírlas como a personas enfermas diciendo la priora u confesor, a quien lo dijere, que no haga caso de ello, que no es la sustancia para servir a Dios y que a muchos ha engañado el demonio por allí, aunque no será quizá ansí en ella: por no la afligir más, que tray con su humor. Porque si le dicen que es melancolía, nunca acabará, que jurará que lo ve y que lo oye, porque lo parece ansí… Pues tomando a lo que decías de las hablas en el ánima, de todas las maneras que he dicho, pueden ser de Dos, y también del demonio y de la propia imaginación.” (16)

En el campo de la psicopatología, encontramos alucinaciones y delirios en varios trastornos bien definidos, como la psicosis, consumo de estupefacientes, epilepsias, etc. Para un completo estudio de las mismas, disponemos del Manual Diagnóstico de la Sociedad Americana de Psiquiatría (DSM 5) (17)

4. Características de las visiones y revelaciones.

Estructura de las visiones y revelaciones: Por lo general, las revelaciones poseen tres componentes básicos que suelen repetirse en cada una de ellas, de manera conjunta o de manera independiente: Representación de un objeto, de una voz o de un sonido a los sentidos, luz carismática con que el vidente juega con certeza del sentido de esa representación y asistencia divina, normalmente para prevenir de algo o para adelantar acontecimientos.

Naturaleza de la representación objetiva: Se trata de algo meramente natural. Afirmaba ya el psicólogo católico P. Marechal en 1955 (18) que el mecanismo psicológico de las visiones sensibles, corporales, entran necesariamente en los cuadros, sea de la sensación, sea de la alucinación, y el de las imaginarias no ofrece nada que las distinga en el fondo de las pseudoalucinaciones, con, o sin localización concreta de la imagen en el espacio.

Conclusiones.

Es evidente entonces que las visiones y las revelaciones forman parte de la actividad humana natural, pudiendo dejar su impronta en ellas las cualidades y modo de ser de la persona, su espiritualidad, su formación religiosa, su gusto estético, su temperamento, su medio ambiente, su contexto cultural e histórico, etc. los conocimientos actuales de la psicología y de la neurociencia son suficientes para dar explicación de este tipo de fenómenos sin tener que echar mano de lo preternatural ni de la fe religiosa, delimitando cada vez más el campo de lo que se creía proveniente de la divinidad al del mundo natural. Esas mismas ciencias han sabido explicar de manera satisfactoria las bases neurobiológicas de las visiones y de las revelaciones, así como la necesidad de contextualizarlas a través de la sociología, la antropología y la historia.

Queda el camino trazado para explicar de manera natural los llamados Libros Sagrados, así como las apariciones de tradición religiosa, por citar algunos, Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, apariciones marianas, etc.

Las visiones, en estado de vigilia o en sueños, y las revelaciones de personajes bíblicos, reales o legendarios, como Abrahan, Abimelec, Jacob, José, Samuel, Salomón, Daniel, Zacarías, Elías (19), San José, María, los Apóstoles ante Jesús resucitado, Ananías, San Pablo (20), y otros muchos. tendrían pues una explicación psicológica natural si les aplicamos la metodología de las ciencias naturales.

5. Referencias y bibliografía.

(1) Enciclopedia Herder (2022) (En línea) Revelación: Término propio del lenguaje religioso que se aplica al conocimiento que el hombre tiene de Dios debido a una manifestación o comunicación que, en un tiempo determinado, Dios hace de sí mismo a los hombres que constituye el núcleo doctrinal de su religión.

(2) Universidad Luterana salvadoreña (2021) (En línea): Etimológicamente “estudio del discurso o tratado de Dios”.

(3) Ver métodos de evaluación en Rocío Fernández Ballesteros (2004) Evaluación psicológica, conceptos, métodos y estudios de casos. de. Pirámide.

(4) Delacroixe (1908) Estudios de historia y de psicología del misticismo. Biblioteca de Filosofía Contemporánea. (Disponible en línea)

(5) Definición de Mensalus (en línea) Los pensamientos automáticos son mensajes involuntarios (frases cortas o imágenes) que aparecen repetidamente a modo de diálogo interno con nosotros mismos, que se relacionan con estados emocionales intensos tales como el estado depresivo o ansioso. A menudo forman “versiones” subjetivas de aquello que nos sucede, versiones frecuentemente exageradas fatalistas, que la mayor parte de las veces no responden a la realidad. Estos pensamientos son distintos a aquellos que reflexionan y analizan los problemas desde la calma y la serenidad, que se denominan “pensamientos racionales” e intentan adaptarse a los problemas y resolverlos, lejos de crear y retroalimentar el malestar interno. Aún siendo diferentes, no siempre somos capaces de detectar estos pensamientos automáticos y las emociones negativas que producen, facilitándonos así la entrada a un peligroso círculo vicioso. Por ello, es importante que conozcamos este tipo de pensamientos aprendamos a detectarlos.

(6) Hechos de Apóstoles capítulo 9, versículos 1 al 9, en A. Piñero (2021) Los libros del Nuevo testamento. Editorial Trotta.

(7) Libro editado por Juan Roca y Bros, de 1883 que puede consultarse en línea.

(8) Para una aproximación a los conceptos fundamentales del psicoanálisis, consultar en Sigmund Freud (2011) Introducción al Psicoanálisis. Alianza Editorial.

(9) Adolfo de la Madre de Dios (1958) Aportaciones de la Psicología al problema de las visiones y revelaciones (Pág. 613) Universidad Pontificia de Salamanca.

(10) Para conocer la anatomía y las funciones de esta estructura cerebral, se puede consultar en https://www.kenhub.com/es/library/anatomia-es/cuerpo-calloso

(11) Resumen de las investigaciones del neurocientífico Michael Persinger en https://neuro-class.com/michael-persinger-y-el-casco-de-dios/

(12) Para saber sobre las neuronas en espejo: https://awenpsicologia.com/las-neuronas-espejo/

(13) Investigaciones de los neurocientíficos Aran Norenzayán, Will M. Gervais y Kali H. Trzesniewski en: https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0036880

(14) Karl Jaspers (1913) Psicopatología general. Fondo de cultura económica de España.

(15) Belloch, Sandín y Ramos (2010) Manual de Psicopatología. Editorial Mc Graw Hill. Un resumen sobre alucinaciones aquí.:                                            .

(16) Santa Teresa de Jesús (1577) Moradas Sextas. Capítulo 3. versión digital por Librodot.com.

(17) American Psychiatric Association -APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid. Editorial Panamericana.

(18) J. Marechal (1938) Estudios sobre la psicología de los místicos. En línea en https://www.persee.fr/doc/phlou_0776-555x_1938_num_41_57_3878_t1_0101_0000_2

(19) Biblia online: https://www.biblia.es/biblia-online.php

(20) Antonio Piñero (2021) Los libros del Nuevo Testamento. Editorial Trotta.